Encontré en el cuento una vía para expresar mis fantasías, mis sueños y mis inquietudes. El cuento nos da la posibilidad de vivir, compartir, describir, sufrir y disfrutar situaciones que la vida real no nos otorga.

Iré guardando en los en los anaqueles de este almacén, aquellos cuentos que llegaron a mis manos a través de un libro, o por sugerencia de algún lector amigo y que por una u otra razón me conmovieron

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lunes, 10 de septiembre de 2012

El arco de Noé


Cuento de Rodolfo Braceli
 Hay indicios, fuertes y acreditados indicios, de que fue así la cosa:
1 En el principio creó el Supremo los cielos y la tierra.
2 Y la tierra resultó poblada de ausencias y desordenados presentimientos.
3 Y entonces dijo el Supremo: sea el Sol para que sea la luz; y fue la luz.
4 Y vio el Supremo que la luz se enredaba y se embadurnaba con las tinieblas, y sin más separó la luz de las tinieblas.
5 Y el Supremo llamó día a la luz y noche a las tinieblas.
6 Y siguió su faena juntando todos los cielos en el Cielo y todas las aguas en el agua.
7 Y el Supremo llamó a lo seco Tierra y a las aguas Mar. (Omitió decir que el mar más propiamente debía llamarse la mar.)
8 Después el Supremo dijo: produzca la tierra hierba verde.
No vamos a abundar en más detalles acerca de la gestión hacedora del Supremo. El inventario, más que arduo sería extenuante. Pero conviene no dejar pasar por alto ni por bajo que una de las primeras medidas del Supremo fue ésa: Produzca la tierra hierba verde. Es por demás curioso que ese mandato, anterior a la creación de pájaros, peces, bestias, de todo tipo de animales, anterior incluso a la creación del hombre y, costilla mediante, de la mujer, no nos haya llamado la atención. ¿Por qué tal urgencia, tal prioridad en esa decisión del Supremo cuando rotundo mandó: Produzca la tierra hierba verde? ¿No hay en esto, acaso, un fuerte presentimiento de lo que vendría a ser luego el verde lecho de una cancha de fútbol? En otras palabras, que el Supremo prefirió hacer primero el teatro, el escenario y después los actores. ¿Por qué procedió así? Él, que dicen todo lo sabe, lo sabrá.
Avancemos hacia el nudo de nuestra historia. Hay noticia bíblica de que Adán, el pionero de los pioneros, vivió novecientos treinta años. Después lo descendieron  Set, Enós, Cainán, Mahalaleel, Jared, Enoc –Enoc murió jovencito, a los 365 años–, Matusalén, Lamec y Noé. Por fin llegamos a nuestro hombre. Siendo Noé, nieto de Matusalén, a  los 500 años engrendró a Sem, a Cam y Jafet. A esta altura del suceder es que el Supremo mira para abajo y advierte en el mundo una corrupción galopante, de aquellas.

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