Encontré en el cuento una vía para expresar mis fantasías, mis sueños y mis inquietudes. El cuento nos da la posibilidad de vivir, compartir, describir, sufrir y disfrutar situaciones que la vida real no nos otorga.

Iré guardando en los en los anaqueles de este almacén, aquellos cuentos que llegaron a mis manos a través de un libro, o por sugerencia de algún lector amigo y que por una u otra razón me conmovieron

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martes, 4 de enero de 2011

El desenlace



Fernando respiró angustiado, sus pulmones, oprimidos por la tensión, apenas si dejaban ingresar el aire. Hizo un esfuerzo doloroso para llenarlos. Su frente húmeda derramaba, a intervalos regulares, gotas pequeñas y frías sobre sus piernas que se juntaban temblorosas, apoyando rodilla contra rodilla. Las manos crispadas se agarrotaban sobre una vieja prenda roja, los labios balbuceaban incomprensibles e inaudibles oraciones. Los ojos fijos en la escena que, frente a él, se desplegaba cruel. El resultado de ella no le sería indiferente, pensó que, cualquiera fuera el desenlace, ya no volvería a ser el mismo.
Cada tanto entrecerraba los ojos, imaginando, quizás, que al abrirlos todo habría concluido, que el sufrimiento intenso, que se le clavaba como una estaca filosa en el fondo de su alma, cesaría. Rogó a Dios, a la virgen, perjuró infinitas promesas, prometió ser más bueno, más generoso, incluso, fiel. No conforme, y temeroso de que sus ruegos fueran vanos, conjuró a dioses paganos y aunque hasta pensó en pactos diabólicos, un temor mayor le disipó esas estúpidas ideas.
El desenlace se demoraba, y cansado ya por la penosa tensión que estrangulaba cada uno de sus músculos, cerró los ojos con la intención de no abrirlos hasta que todo haya concluido. En la oscuridad interior sólo percibía el ritmo agitado de su respiración y el golpeteo sordo de sus huesudas rodillas. Una intuición vaga hizo que dejara de respirar y que permaneciera inmóvil durante un par de segundos. El aire se agitó movido por el sonido que venía de la casa vecina y que se colaba por las ventanas. Un leve rumor cosquilleó las membranas de sus oídos. Sí, ya podía percibir, algo había sucedido, la sentencia estaba dictada. El rumor se hizo estruendo, el grito inundó la habitación.
Fernando sonrió, exhaló el aliento contenido, abrió lentamente los ojos y comprobó en la pantalla del televisor lo que sus oídos le habían anticipado. Frente a él Tuzzio corría desorbitado, gritando su gol, el gol con el que Independiente ganaba, después de muchos años, otro título internacional. Fernando ya no gritó, sólo se recostó contra el respaldo de su silla y mientras recuperaba la tranquilidad de su respiración, sonrió aliviado y pensó con cuál de todos santos y dioses invocados estaba en deuda. 



Licencia Creative Commons
El descenlace por Fernando Murano se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución 3.0 Unported.
Basada en una obra en fernandomurano.blogspot.com.

4 comentarios:

  1. Nene, gracias por la dedicatoria y por permitirme haber sido la inspiración. A lo largo del relato me sentí mas que representado, una envidia sana la que le tuve a Tuzzio en ese instante de gozo.
    Me queda ahora identificar a que dios le debo una.

    Felicitaciones y como te dije, tendrás en mi un seguidor incondicional.
    Abrazo

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  2. Has regresado. Bien ahí. El texto es muy interesante. Está bien escrito. Que haya muchos más. Mostrale a la gente lo bien que escribís.
    Saludos.

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  3. Gracias, Juanma. Está bueno tener amigos que te animen. Ahí van unos bizcochitos virtuales y un mate "calientito".

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  4. Jaja, es cierto. Hay un cuento de Cortázar que le narra a la tía y termina diciendo: una torta con bizcochitos, ja. Saludos.

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