Encontré en el cuento una vía para expresar mis fantasías, mis sueños y mis inquietudes. El cuento nos da la posibilidad de vivir, compartir, describir, sufrir y disfrutar situaciones que la vida real no nos otorga.

Iré guardando en los en los anaqueles de este almacén, aquellos cuentos que llegaron a mis manos a través de un libro, o por sugerencia de algún lector amigo y que por una u otra razón me conmovieron

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martes, 3 de agosto de 2021

El pozo

 de Fernando Murano

Ese día había amanecido con un frío insoportable. En el campo suele hacer frío a las cinco o seis de la mañana, pero ese día parecía que iban a congelárseme los huesos. Digo los huesos porque en la carne ya había perdido la sensibilidad.

No sé si eso tendría algo ver con lo que iba a pasar un rato después. Los expertos dicen que podría tener alguna relación. Yo me pregunto algo al respecto. Me refiero a los “expertos” y no al frío. ¿Por qué carajo les dicen expertos a unos cuántos tipos que, básicamente nos explican las cosas que no sabemos, diciéndonos que es prematuro hacer conjeturas sobre la cuestión? Si sos experto tenés que saber, macho, sino sos uno más de los mortales que ignoran el 99,99% de las cosas que ocurren en el universo.

La cuestión es que, como todos los días a las cuatro y media en punto, sonó el despertador unos minutos antes de que cante Gardelito, el gallo más viejo de la estancia. Puse la pava y preparé el mate con la técnica ceremonial que me había enseñado mi viejo el mismo día que cumplí los doce. “Vení, Gerardo, que hoy empezás a ser un hombre de campo” me dijo desde la cocina sin mediar siquiera un “feliz cumpleaños”.

Cinco en punto estaba subiendo a la Juanita ‑así le había puesto mi hermano a la chata.- para poner rumbo al pueblo a comprar las semillas en la forrajera. Si no quería hacer patinaje en cuatro ruedas, tenía que tener cuidado con los surcos llenos de agua que había dejado la lluvia del día anterior porque se habían congelado.

Aún no había clareado y la visibilidad no era la mejor. Iba concentrado en evitar todo posible punto resbaladizo cuando casi desaparezco de la superficie de la tierra, literalmente. Fue casi como una premonición, de otro modo no entiendo como clavé los frenos y después de derrapar en el barro unos 30 metros quedé al borde del precipicio.

Vea usted, si hay algo que es raro encontrar en la pampa son los precipicios pero más raro que eso es que un camino termine en uno.

La camioneta había quedado con dos ruedas mirando hacia el fondo del pozo más grande que había visto en mi vida. Si no estuviese seguro de que, por la distancia que había desde casa a ese lugar tendría que haber escuchado el estruendo del impacto, pensaría que había caído un meteorito de 30 metros de diámetro. Además, si hubiera caído uno, estaría en el fondo del pozo.

Gracias a Dios la chata es 4 x 4 y pude retroceder en seguida. No sé cuánto habría resistido el borde del pozo hasta desmoronarse llevándome a la Juanita y a mí a una muerte segura. Me bajé y me acerqué con mucho cuidado hasta el cráter que se abría frente a mí, en el mismo lugar donde unas horas antes solo había tierra y pasto. Decirle precipicio a un pozo de 10  metros de profundidad y 30 metros de diámetro es un poco exagerado, sin embargo, no es exagerado decir que encontrárselo en el medio del camino es acojonante.

Incluso diría que lo más acojonante no es el tamaño, sino el ponerse a pensar cómo apareció eso ahí. La respuesta más fácil, y la que primero me vino a la cabeza, es echarle la culpa a los extraterrestres,  hipótesis altamente incomprobable. La segunda que se me ocurrió, y que quizás sea la más probable, es que haya sido una falla tectónica. Todos alguna vez escuchamos en un noticiero o estudiamos en el colegio sobre este tipo de fenómenos naturales.

Mientras le daba forma a esa segunda teoría me sentí como embriagado por la idea de encontrar algún otro tipo de explicación que quedase a mitad de camino entre el delirio y la lógica, entre la fantasía y la ciencia, entre las habladurías y los estudios científicos.

Cuánto me habrá extasiado la posibilidad de encontrar una respuesta a semejante suceso, fuese natural o no, que durante toda la noche no pude pegar un ojo. En mi cabeza iban y venían como alocados los pensamientos más delirantes. Ideas estúpidas que daban paso a especulaciones perspicaces, pero enseguida eran devoradas por pensamientos místicos que perdían fuerza cuando aparecían hipótesis sesudas. Un torbellino de genialidades y tonterías por partes iguales.

Cosas de ciencia ficción como que se había abierto un portal dimensional que al cerrarse había consumido la masa equivalente al volumen del pozo o que se había producido una falla gravitacional localizada. Otras científicas, como que el agujero monumental había sido provocado por un eructo de gases provenientes del magma del centro de la tierra. Algunas más afiebradas como las de una manada de topos gigantes voraces y otras conspirativas como las de un rayo desintegrador disparado por una nave yanqui ultra secreta.

Debo decir que varias veces retomé como posibilidad la hipótesis del meteorito, pues el agua del fondo del pozo podría estar ocultándolo, y hasta me dije que si no había escuchado el estruendo era culpa del profundo sueño en el que me había sumido el guiso de lentejas y los dos vasos de vino antes dormir.

En mis ratos de lucidez rogaba para que al día siguiente, luego de que les avisase sobre esta misteriosa aparición, el gobierno mandara los expertos que había prometido.

En fin, los expertos vinieron, y como dijera antes, nada explicaron. Es así como llevo más de tres meses haciendo elucubraciones y jugándome la cordura noche tras noche. Si alguien cree saber cómo se ha producido este pozo a escala de dinosaurio, le pido encarecidamente que lo escriba aquí debajo en los comentarios. 

Mi salud mental se lo agradecerá.


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